|
Había una vez un zapatero tan pobre,
que no podía comprar más cuero para hacer zapatos. Desconsolado pues apenas
podía comer, se fue a dormir esperando que al día siguiente, fuera más
afortunado.
A la mañana siguiente al levantarse, cual sería su sorpresa al encontrar en el
suelo un par de preciosos zapatos. ¿Quién los habrá hecho?, se preguntaba el
zapatero.
Cuando llegó el primer cliente a la tienda, y vio aquel par de magníficos
zapatos, se quedó maravillado, y pagó al zapatero, el cual aún no había salido
de su asombro, con una buena bolsa de dinero por aquellos zapatos.
El zapatero al acudir al otro día al taller, se encontró con otro par de
zapatos. ¡Qué maravilla! ¡ Ya nunca más seré pobre ! . ¿Pero, quién será el que
deja aquí los zapatos?.
Aquella noche el zapatero, se quedó escondido en el taller para poder enterarse
de lo que allí sucedía. Cuando ya se dormía, vio a unos duendecillos que muy
afanados hacían otros zapatos. ¡ Éstos son los que tanto me ha ayudado ! .
Pobrecitos, llevan muy poca ropa con el frío que hace.
Y en agradecimiento por lo bien que se habían comportado, el zapatero fue a la
ciudad y compró muchos vestidos para regalárselos a los duendecillos.
Al llegar al taller los duendecillos, se pusieron muy contentos de ver tantos
obsequios y al comprobar que el zapatero ya no los necesitaba, se marcharon
lejos donde otros zapateros pudieran necesitarlos.
Desde entonces al zapatero remendón nunca más le hizo falta dinero para comprar
cuero y así, pudo continuar con su trabajo. |