No aparece la Italia luminosa, sin
Venecia, vuelta en su totalidad al pasado, llena de nostal
ia fatal, decorado grand
oso y destartalado para la muerte de un artista, para ese
esto último que nunca repetirá.
Gustav Aschenbach, consc
ente de que no tiene más que decir, de que se han esfumado su ener
ía y su esp
ritu creativo, se e
trega a la ensoñaci
n y a una pasi
n tan i
posible ya c
mo su obra venidera, y deja que la peste le condene a una muerte gr
s y suntu
sa.
Mann sie
pre encierra un eco sombr
o, aunque s
lo sea metaf
rico, de la muerte desatada en las guerras de la Alemania de su tie
po. |