Se trata de unas memorias que no se quieren auto
iográficas, no se regodean en la intimidad, constru
en un yo fascinado que nunca se
erige en protagonista.
A pesar de su carga
eurocéntrica y colonialista presenta un deslumbrante mundo de cazadores y a
entureros, tanto blancos como negros, que oscilan entre el más
acendrado
ictorianismo y una li
ertad de costumbres
insólita en su época.
La
armonía perfecta entre el blanco y el negro es descarnada, no
ay ninguna ingenuidad. La autora sa
e que ese encanto se
abrá de romper, pero ella ya no estará
a
í para verlo. |