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Elegida la opción de instalación manual llegamos a este punto en el que se nos muestran todas las particiones que hay en nuestro disco duro (o discos duros). Observemos que la definición de ellas que hace Linux puede llamar a error provocando que elijamos una partición inadecuada (por estar ocupada de datos que no queremos perder, por ejemplo). Para evitar algo así debemos fijarnos sobre todo en el tamaño que ya decidimos para las particiones Linux que hicimos al principio de todo, antes de la instalación. Este tamaño (15 Gg para la ext2 y 2 Gg para la swap en nuestro ejemplo) nos asegura en la elección de las particiones Linux que deseamos asignar para la instalación, particiones que YA decidimos previamente al inicio de esta instalación (EXT2=15Gg - SWAP=2Gg). Aquí radica la ventaja de este procedimiento de instalación porque la misma se realizará donde hayamos decidido y con el espacio que hayamos elegido nosotros (no el instalador). Por otro lado, si queremos posteriormente re-instalar Linux con otra versión, bastará con utilizar estas mismas particiones, y si queremos deshacer todo lo hecho dejando el ordenador como al principio, bastará con borrar estas particiones Linux recuperando el espacio libre que dejen. ¡Atención! , en un caso como este último, al suprimir Linux, el Grub de arranque pararía el inicio de nuestro ordenador por no hallar Linux (lo borramos con las particiones si decidimos quitarlo), por lo cual, para activar el arranque Windows original, bastará con arrancar desde un diskette DOS de Windows y entrar desde la línea de comandos la orden FDISK /MBR [ ver aquí punto 12 ]. |
ACTIVIDAD: Asignar al instalador las dos particiones Linux creadas previamente al principio de la instalación y definir la Ext2 como punto de montaje. Después introducir los propios datos de usuario, descartar las opciones Windows (o activarlas si se desea importarlas a Linux) y pulsar -instalar- para acabar la instalación. |