EL MONSTRUO DE LA LAGUNA VERDE, de Fernando Iwasaki

COMENZÓ CON UN grano. Me lo reventé, pero al otro día (tener) tres. Como no soporto los granos me los (reventar) también, pero al día siguiente ya eran diez. Y así continué mi labor de autodestrucción. En una semana mi cara (ser) una cordillera de granos, minúsculos volcanes en podrida erupción. Los granos de los párpados no me (dejar) ver y los que tenía dentro de la nariz me (doler) al respirar. Pero seguí reventándolos con minuciosa obsesión. No me di cuenta de que me habían saltado a los dedos y a las palmas de las manos hasta que (sentir) ese dolor penetrante en las yemas. La infección se había esparcido por todo mi cuerpo y los granos crecían como hongos por mi espalda, las ingles y mi pubis. Si cerraba los brazos (reventarse) los granos de mis axilas. Un día no pude más. Me (mirar) al espejo por última vez y (dejar) sobre la mesa del comedor mi carné de identidad. Después me (perder) en la laguna.